La historia de Álvaro está centrada en la integridad. Lanzó una primera reflexión al público: “Hoy no faltan gestores, sino líderes con capacidad de transformar la realidad”. Álvaro defendió que tenemos que cambiar el mundo, transformalo y la capacidad de transformar depende de inspirarnos a nosotros mismos y a los demás.
Para contextualizar esto, Álvaro recordó una historia que le contó un pescador: Una persona es como una silla de 3 patas. Una de las patas es el trabajo. La segunda es las relaciones con los demás y la tercera es la relación con Dios o la dimensión espiritual. Esas patas deben estar equilibradas, si una falla, todo se cae. Y con esto Álvaro demostró a los asistentes la importancia del equilibrio.
“Ahora os quiero contar una historia de mi hermana María” empezó Álvaro. Su hermana dio a luz a su quinto hijo justo el mismo día que detectaron a su marido un cáncer terminal. Su hermana tuvo que enfrentarse a decirle a sus 5 hijos que su padre había fallecido un año después. “Ese día comprendí lo fuerte que puede ser una mujer y una madre”.
“¿Por qué os cuento esto? No veo conversación más difícil que contar a un hijo que su padre ha muerto” continuó González-Alorda, y es que, tal y como demostró, nos jugamos la vida en conversaciones que mantenemos, pero también nos la jugamos en aquellas que no tenemos nunca. “Las conversaciones nos transforman. Hay que conectar con los demás a través de conversaciones”.
Para saber conectar con la persona con la que estás hablando es imprescindible hacer una distinción entre los rasgos de personalidades a las que nos enfrentamos según la forma de ser de cada uno. “Hay 4 tipos: control, solidez, influencia y dominancia. Todos ellos con pros y contras. Es importante identificar a tus interlocutores para adaptar la conversación a cada persona” Y Álvaro dio consejos para la interacción con cada uno de los grupos.
Pero lo más importante de las conversaciones con los demás es que no hay nada más transformador que una conversación cara a cara. “Hay una tendencia insana en mandar mensajes por múltiples plataformas que nos alejan de las personas, no solo en la empresa, también en la familia” sentenció Álvaro.
Y se despidió del público animándonos a retomar conversaciones pendientes: “Posiblemente todos tenéis una conversación pendiente con alguien. Escoged una de ellas, enfrentaos a ella y transformarla en una conversación inspiradora”.
Y es que si hay un valor necesario en la sociedad es la integridad inspiradora.
Cristóbal Colón nada tiene que ver con el descubridor de América. Sin embargo, al escuchar su historia se observa que tienen muchos valores en común como el emprendimiento, la superación o la perseverancia.
Cristóbal era un psicólogo que trabajaba en un manicomio. Un día se dio cuenta de que necesitaba hacer algo más por el futuro de las personas con discapacidad psíquica o con trastornos mentales con las que trabajaba. Y ese “hacer algo más” era darles un empleo para aumentar sus oportunidades de inserción social. “El trabajo podía ser la vía para reconstruir la vida de estas personas”.
“Me llamo Cristóbal Colón, soy psicólogo, vengo de un manicomio y quiero montar una empresa”. Ésta fue la carta de presentación de Cristóbal ante el alcalde de La Garrotxa, una localidad de Girona. El alcalde les prestó un local y empezaron a trabajar. Así fueron sus inicios y en 1982 creó la Fageda, una cooperativa de yogures, en la que emplearía a personas con discapacidad para que recuperasen el autoestima, la dignidad y pudiesen tener una vida más coherente.
Este proyecto empresarial nació al revés de como suele crearse cualquier compañía. El objetivo estaba claro, y a día de hoy sigue siendo el mismo: favorecer la inserción social de personas con discapacidad. “Creamos una empresa como un fin y no como un medio”.
Al principio no sabían muy bien cómo hacer las cosas pero tampoco tenían nada que perder y apostaron por la producción yogures. Hoy, 30 años después, es la tercera productora de yogures más importante de Cataluña y compiten con grandes multinacionales del sector. Además, han ampliado sus productos y también hacen mermeladas y helados.
En La Fageda se encargan de todo el proceso productivo, desde la cría de ganado hasta el producto final. Trabajan 160 personas con discapacidad, el 60% de su plantilla, pero en la Fageda todos son iguales: “No decimos que los trabajadores son enfermos para que no se sientan así, no les decimos que son diferentes porque no lo son. Sólo tienen capacidades diferentes”.
Las personas que trabajan en La Fageda han dado un cambio radical, y Cristóbal se enorgullece de ello. “Han pasado de ser personas que les había inundado la enfermedad a ser personas capaces, con un trabajo, con un salario, felices”.
Colón achaca su éxito y la buena penetración en el mercado de sus productos a la elaboración artesanal. Consiguen vender 65 millones de unidades de yogur al año, 1,7 millones de consumidores compran sus productos y van a cerrar el 2016 con 20 millones de euros de facturación. Pero, tal y como él defiende, lo importante no son los números ni las empresas. Lo importante son las personas y los valores.
¿Para el futuro? La Fageda prepara un relevo generacional para seguir creciendo y que siga adelante con este proyecto lleno de valores. Cristóbal termina con un consejo: “lo más importante en la vida es decidir qué es importante”.