Quico es un apasionado de la aventura y curioso por naturaleza. Esa curiosidad le hizo enfocar su futuro laboral al periodismo. Ha trabajado en numerosas televisiones y en programas muy diversos.
Sin embargo, a Quico le faltaba algo. Tuvo una crisis existencial: “No me reconocía a mí mismo, no sabía quién era, era infeliz. Me costaba conectar con las cosas”. Asi que decidió cambiar el rumbo de su vida. Hacer de su pasión su trabajo. Buscó apoyo de productoras pero no lo logró así que siguió su instinto en solitario. Y se lanzó al mar.
Decidió navegar a bordo de un kayak trimarán entre Algeciras y Estambul en solitario y sin asistencia. Pero no fue una aventura fácil. Una ola rompió su embarcación, tuvo que pedir ayuda por control remoto. “Pensé que vendrían a ayudarme y me relajé. Fue lo peor que hice, otra ola vino y volcó mi embarcación”. Quico asegura que pensaba que iba a morir: “Estuve 12 horas muerto. Había desaparecido. Estaba muerto para todos menos para mí mismo”.
Tuvo que sobrevivir a las embestidas de olas de 6 metros hasta que pudo llegar a nado a una playa en Túnez. “Me enterré en la arena para luchar contra la hipotermia”. Tras un día entero sin comida ni bebida en la isla y donde unos saqueadores le desvalijaron, un lugareño le encontró y rescató.
Después de esta aventura, las productoras sí se interesaron en él, y comenzó su programa Capitán Q. En este programa recorrió toda la costa española navegando. Pero sus proyectos no cesan, eso sí, todos están ligados al mar.
Esta aventura le ha permitido saber cómo responder a situaciones límite, conocerse mejor a sí mismo y saber que, pese a las adversidades, las metas siempre las ponemos nosotros mismos. Se despidió con una gran reflexión: “Hay una cosa que nos iguala a todos: el tiempo. Todos tenemos las mismas horas a lo largo del día. Si afrontamos esas 24 horas con alegría, seremos más felices. Ser feliz es el mayor éxito y el mayor reto”.
Desde pequeño fue un apasionado de la velocidad. Empezó en motocross, con 16 años. Más tarde lo hizo en quads y rallyes, hasta que sufrió un terrible accidente.“El último día de la carrera, a pocos kilómetros de la meta. Cuando coroné una rasante, no había camino. Alguien había quitado la señal de peligro” relata.
El golpe fue tan fuerte que tenía la sensación de que su cuerpo estaba separado en dos. Ya en el hospital, mientras los médicos luchaban por su vida, Toñejo hacía planes. Pensó que, como no podría volver a correr en moto, lo haría en moto de agua. Por eso, cuando le preguntaron si era consciente de que podría quedar postrado en una cama para el resto de su vida, contestó con rotundidad que eso no iba a pasar.
Consiguió milagrosamente un patrocinador y empezó a correr atado a la moto. Durante seis años siguió compitiendo y ganando carreras. Al proclamarse campeón de España, viendo a un piloto de pie a cada lado, pensó “soy el mismo de antes pero sentado”.
En el Campeonato de Europa sufrió otro accidente, “el peor, el que más secuelas me ha dejado”. Estuvo nueve meses en el hospital, pero se recuperó.
Más tarde, le ofrecieron correr el Dakar en camión y aceptó encantado. No sólo consiguieron acabar sino que quedaron terceros en su primer Dakar, “y encima ¡éste es paralítico!” gritaba su copiloto entrando en la meta.
La determinación ha sido una constante en la vida de Toñejo. Gracias a esta actitud, ha conseguido realizar hazañas imposibles a priori. Cuando alguien alaba su entereza y fuerza de voluntad, Toñejo se sorprende. Cuando se persigue un sueño, todo el esfuerzo y sacrificio necesarios le parecen algo natural, secundario. “Lo importante es la ilusión por conseguirlo”. La ilusión es el motor de su vida, es lo que le hace ser feliz, y transmitir optimismo y felicidad.